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U2 - The Joshua Tree

Rodrigo Garcinuño • 11 de octubre de 2019
Leer en Rock FM
Hay siempre un momento en la vida en el que empiezas a ver las cosas de otra manera; hay muchos, pero el momento del que hablo es ese que todos recordamos, en el que nuestra mirada cambia para siempre porque has visto algo que tu mente no acaba de asimilar del todo. El mío fue en el Vicente Calderón, ese estadio, hoy indefenso y en el chasis, que ve como sus ruinas abren paso a un complejo de jardines y casas bajas. Vivo enfrente y todos los malditos días que paso y miro la única grada que queda en pie, recuerdo ese día.

Era 1993 y U2 llegaba con su gira Zooropa; yo, con mis 18 años recién cumplidos me compraba la entrada por 3.900 pesetas, lo que hoy equivale a invitar a tu chica a comer el menú del día en el bar de debajo de tu casa. Cuando le dije a mi madre que me iba a Madrid a un concierto, pobre, me preguntó inocentemente que cuánta gente iba… -60.000 personas, mamá-. Con las manos en la cabeza me respondió horrorizada: “¡madre mía, como todo Ávila junto!”.


La entrada venía con una sorpresa incluída en el precio. Había dos bandas invitadas, de la primera no me acuerdo, quizás porque aún no había entrado al estadio o quizás porque, como buen chico de provincias, estaba ensimismado ubicando a todos los abulenses en las gradas. Pero la segunda banda, ¡ay, amigo! La segunda banda eran los Ramones, un 2x1 en toda regla. No daba crédito. 

No entraré en detalles sobre ese concierto, sobre los coches colgados de los trust del escenario como botafumeiros limpiando almas, de la entrada apoteósica de Bono bailando poseído, de la llamada al gobierno de EE.UU., de cantar con Lou Reed, sin Lou Reed; de One, del set acústico... Pero sí quiero rememorar ese momento en el que se apagan las luces del estadio y suenan los primeros acordes de Where The Street Have No Name; luces chispeantes en el escenario pero sin desvelar que The Edge estaba ya con ese rasgueo que hace a esa canción irrepetible; se escucha el bajo, se escucha el bombo y todo sigue a oscuras, pero entra a cantar Bono y se encienden todas las luces del estadio, "todo Ávila" coreando con ellos, todos fuimos U2 por un momento, levanté las manos al cielo y vibré con ellos. Es fue el momento que lo cambió todo. 

Y aún no he hablado del disco, pero es que llegaba al concierto habiendo pulido los surcos de The Joshua Tree en el despacho de mi padre, que era mi santuario; allí estaba el tocadiscos y allí fantaseaba que era yo quien tocaba la guitarra de The Edge y quien cantaba como Bono. Algún que otro lápiz rompí golpeándolo contra la mesa con los ritmos machacones de Larry Mullen Jr. Lo siento, Adam Clayton, pero del bajo pasaba bastante.
The Joshua Tree Tour 2019

Creo que puedo afirmar que es el álbum en el que las guitarras de The Edge se elevan sobre el resto de cosas. No sobra ni una sola de las notas que emite, con sus delays, flangers y chorus que en otras canciones sonarían de lo más hortera y que, todo sea dicho, tanto daño hizo cuando ciertos poperos nacionales copiaban esos efectos en canciones en las que no tenía ningún sentido.


Grandes letras, siempre con mensaje, siempre directas. Por no hablar de lo que es ya un icono dentro del imaginario de la banda, ese árbol del Valle de la Muerte, el de Joshua. Como no, las fotos son de Anton Corbijn, un jefazo. Un día haré una peregrinación a ver si está en pie o si ha caído, como cae el Vicente Calderón desvaneciendo mi recuerdo de juventud.

El disco
1. Where The Streets Have No Name. Cuando tenían el disco grabado, dijeron a Kirsty MacColl, la mujer de Steve Lillywhite (encargado de las mezclas), que eligiera el orden de las canciones; eso sí, esta era, sí o sí, la primera. Si un trabajo empieza así, el resto de canciones las podía haber ordenado tirando los dados.

I’ll show you a place
High on a desert plain
Where the streets have no name

2. I Still Haven’t Found What I’m Looking For. Como hiciera Ray Charles en su momento, elevó el góspel a pecado capital, las constantes referencias bíblicas y las guitarras punzantes marcan una canción que posteriormente grabarían en el Madison Square Garden con el coro góspel The New Voices Of Freedom. Y no, en la versión de este disco no hay coro góspel, son Bono, The Edge, Brian Eno y Lanois (productores del álbum) quienes ponen toda la carne en el asador.

I have spoke with the tongue of angels
I have held the hand of a devil
It was warm in the night
I was cold as stone
But I still haven’t found 
What I’m looking for


3. With Or Without You. Hay tanta maestría que no se sabe dónde empieza una guitarra y dónde un sintetizador. El crecimiento que tiene este tema debería estudiarse en todas las escuelas. 

Through the storm we reach the shore
You give it all but I want more
And I’m waiting for you

4. Bullet The Blue Sky. Solo el comienzo de percusión ya tiene musicalidad por sí solo. Lo acompaña una línea de bajo que te hace estar como un suricato, siempre asomado. Las guitarras jugetonas: ruido y melodías. Y la voz de Bono, recitada como un predicador americano hablando de los pecados de su país.

In the howling wind comes a stinging rain
See it driving nails into souls on the tree of pain 


5. Running To Stand Still. La calma del desierto, con esos slides que marcan como marca la arena sin manchar las botas de cowboy. No podía faltar la armónica para esta escena que nos hace entender un poco mejor la estética del disco. Eso sí, la letra es dura.

Sweet the sin
But bitter the taste in my mouth
I see seven towers 
But I only see one way out

6. Red Hill Mining Town. El perro verde, muy acorde con los primeros discos de la banda, pero poco comprensible en este contexto. Hubo problemas con la grabación y con la mezcla, ya que los metales que tocaban The Arklow Silver Band parecían desafinados, por lo que subieron el volumen de los sintetizadores hasta eclipsar los metales. Dedicada al sindicato de minería que se encontraba en huelga por aquel entonces.

Through hands of Steel
And a heart of stone
Our labour day has come and gone
And you leave us holding on
In Red Hill Town


7. In God’s Country. Podría ser de Springsteen, pero no, es de U2. Un tema que nos muestra a EE.UU. como un desierto. Acústicas, eléctricas y bajos que marcan el camino. Buen tema.

She is Liberty
And she comes to rescue me
Hope faith, her vanity
The greatest gift is gold
Sleep comes like a drug… in God’s Country


8. Trip Through Your Wires. Fantástico juego de voces, esta canción debería haber sido un single, pero claro, con todos los temazos que llevamos… 

I was naked in the clothes you made


9. One Tree Hill. Es curioso ver como un tema así pasa algo desapercibido en EE.UU. y en Gran Bretaña, mientras se convierte en Nº1 en Nueva Zelanda y Australia. Hablan de allí, sí, del único árbol que quedaba en la colina volcánica de Auckland y que fue talado unos años más tarde, se la dedica al amigo fallecido que le llevó a este lugar por primera vez. Con la colaboración de Armin Family que otorgan al disco un plus de originalidad.

 Your sun so bright it leaves no shadows, only scars
Carved into stone on the face of earth
The moon is up an over One Tree Hill

10. Exit. Curiosa y tierna. De nuevo los sonidos de las guitarras te adentran en una atmósfera que va de la calma a la locura.

He saw the hands that build
Could also pull down…
The hands of love


11. Mothers Of The Disappeared. Esta canción exigieron, también, que fuera la que despidiera el disco. Como una nana te lleva a dormir después un día de grandes acontecimientos. Una forma notable de acabar un trabajo sobresaliente.

Our sons stand naked
Through the walls
Our daughters cry
See their tears in the rainfall

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